a eso de las diez y media bajábamos por viamonte. de lejos se veían los ponchos, los colores y la noche cerrada a la puerta de la reserva.
una vez adentro caminamos, uno, dos, tres, diez kilómetros, en realidad perdí la cuenta mientras seguíamos el camino que hacían los de adelante. llegamos a un claro, había rio, tierra, y viento para todos. los hombres buscamos el fuego y en ronda lo construímos, uno por uno.
una vez que hubo fuego sonó un pututu y de a uno comenzaron. los hermanos se presentaron en círculo, escuchamos por qué estábamos ahí. a cada uno, cien vivas.
el fuego se avivó cuando llegaron los sikus, las tarkas y otros instrumentos fuera de época, pero con el mismo fervor y la misma recibida. se danzó en ronda, se bailó en círculo y, mientras la música inundó a todos, la luna se perdió para siempre.
nos conocimos entre todos, mientras muchos coqueaban se comenzó a hablar, en ronda, de los cóndores, de sus plumas y de la necesidad de la unión. se charló de la fuerza, de las energías y de los nuevos huevos que hace tanto no se veían.
cuando las aguas fueron turquesa, el cielo se decidió por el naranja frente al violeta. doscientas palmas extendidas, todas hacia el éste. cuatro colores, uno por punto cardinal. todos los colores en el medio, cada uno con su idioma, cada uno de dónde sea, pero todos ahí.
a eso de las ocho y veinte de la mañana el sol se asomó, lentamente, primero naranja y después blanco. se coqueó entre todos, se fumó tabaco en pipa y se quemó coca. todos fuimos bendecidos con el agua, el humo y la luz. ya de día volvieron los sikus, volvieron las tarkas, sonaron las quenas y se compartió la comida y la bebida.
eran las once de la mañana y no entendía muy bien qué hacía en el subte.
un día hablé con Máximo, me contó del año nuevo andino, me dió su amistad y me trató con respeto. yo le pregunté qué pasaba si llovía, y me contestó con una pregunta tan simple como "no se festeja igual el 31 de diciembre?". pocas veces en tu vida te sentís tan torpe. pero ése es el momento en el que entendés todo, y dos tazas de capuchino después, podés entender todo lo que te contaba el Tayta: ibamos por nuestros abuelos y para nuestros hijos, los que ni siquiera pensamos en tener.
en un momento Máximo pidió perdón por no saber expresarse, había cosas que no sabía cómo decir en español, porque él pensaba en quechua.-
una vez adentro caminamos, uno, dos, tres, diez kilómetros, en realidad perdí la cuenta mientras seguíamos el camino que hacían los de adelante. llegamos a un claro, había rio, tierra, y viento para todos. los hombres buscamos el fuego y en ronda lo construímos, uno por uno.
una vez que hubo fuego sonó un pututu y de a uno comenzaron. los hermanos se presentaron en círculo, escuchamos por qué estábamos ahí. a cada uno, cien vivas.
el fuego se avivó cuando llegaron los sikus, las tarkas y otros instrumentos fuera de época, pero con el mismo fervor y la misma recibida. se danzó en ronda, se bailó en círculo y, mientras la música inundó a todos, la luna se perdió para siempre.
nos conocimos entre todos, mientras muchos coqueaban se comenzó a hablar, en ronda, de los cóndores, de sus plumas y de la necesidad de la unión. se charló de la fuerza, de las energías y de los nuevos huevos que hace tanto no se veían.
cuando las aguas fueron turquesa, el cielo se decidió por el naranja frente al violeta. doscientas palmas extendidas, todas hacia el éste. cuatro colores, uno por punto cardinal. todos los colores en el medio, cada uno con su idioma, cada uno de dónde sea, pero todos ahí.
a eso de las ocho y veinte de la mañana el sol se asomó, lentamente, primero naranja y después blanco. se coqueó entre todos, se fumó tabaco en pipa y se quemó coca. todos fuimos bendecidos con el agua, el humo y la luz. ya de día volvieron los sikus, volvieron las tarkas, sonaron las quenas y se compartió la comida y la bebida.
eran las once de la mañana y no entendía muy bien qué hacía en el subte.
un día hablé con Máximo, me contó del año nuevo andino, me dió su amistad y me trató con respeto. yo le pregunté qué pasaba si llovía, y me contestó con una pregunta tan simple como "no se festeja igual el 31 de diciembre?". pocas veces en tu vida te sentís tan torpe. pero ése es el momento en el que entendés todo, y dos tazas de capuchino después, podés entender todo lo que te contaba el Tayta: ibamos por nuestros abuelos y para nuestros hijos, los que ni siquiera pensamos en tener.
en un momento Máximo pidió perdón por no saber expresarse, había cosas que no sabía cómo decir en español, porque él pensaba en quechua.-
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