domingo, 16 de mayo de 2010

ética documental ó por qué contar, entre vinos, la historia de lafe, luján, el tren y seis o siete de saca

allá por la estación ardigó, en el km 26, hay una plazita y en frente hay una verdulería, un zapatero, el corralón los amigos y demás.
en la verdulería lo conocí a germán que, hermético y trabajador, me derivó a máximo, quechua por nacimiento pero sobre todo por elección.
la charla por teléfono duró nada. me hubiese hablado siglos, me hubiese contado un bicentenario y pico de historias, pero no era el tiempo ni el momento y, mucho menos, el medio. me pidió presencia, me pidió que vaya a la plazita donde pasé la infancia, para charlar, para conocernos.
supongo que de eso se trata.
basta de observación, basta de descubrimiento. no hay nada que ver, se trata de ser un poco más primitivos y sentir (supongo que por eso el nombre de la radio), al final somos todos animales.
una vez con máximo entendí todo un poco más. él no cree que seamos de la liga, ni de punto doc, ni de nadie, porque confía en nosotros. pero no nos va a dejar filmar, porque no se trata de eso el documental, sino que nos invitó a esperar el sol andino, a entendernos, para que hablemos detrás y delante de cámara, para que seamos y no pretendamos. y, sobre todo, para que de una vez por todas no termine todo aca.
ni amigos ni conocidos, humanos. no se trata de retratar, se trata de comprender, confiar y compartir.
con las cámaras rompemos las bolas, en donde sea. entonces hagamos que haya lágrimas en la despedida. o, mejor, que no haya despedida.-

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